“En la oscuridad puedo colgar en las paredes de mi mente lienzos de colores, en la soledad puedo ver quién soy bajo la piel"
Beatriz y los cuerpos celestes

viernes, 29 de junio de 2012

Notas y últimas reflexiones estudiantiles

Hi there! Pues nada, ya tengo las notas de selectividad. La verdad es que me esperaba sacar algo así, incluso menos (yo siempre tan positiva). En general estoy contenta, porque no me maté a estudiar precisamente por el cansancio acumulado de todo el curso, así que para las horas de estudio que invertí en las dos semanas previas, no está mal. Ahí van:

Lengua: 8 (es la más baja; me esperaba un poquito más y he reclamado)
Inglés: 9,25
Historia de España: 9,75 (¡viva La Pepa!)
Literatura Universal: 10 (milagrosamente, porque no me lo esperaba para nada)
Específica: Historia del Arte  8,5 (me doy por satisfecha, eran 17 temas y mi cabeza no daba para más).



Mi nota final es un 11,208 que de alguna manera "desperdiciaré", pues en Filología Inglesa me piden un 5, pero bueno, me alegro de tener esta nota y tengo mucho que agradecerle a mis profesores del instituto, sobre todo al de Historia y a la de Arte. La verdad es que la selectividad no es para tanto si has trabajado durante el curso. Es más el susto que otra cosa. Se pasa un poquito mal por los nervios iniciales, pero una vez que haces el primer examen, todo va rodado. También es cierto eso que dicen de que en aquellas asignaturas en las que crees que has hecho peor el examen sacas mejores notas, y a la inversa. 

Por cierto, ayer me presenté a los premios extraordinarios de Bachillerato. Me rio por no llorar. No es que los exámenes fueran de una dificultad extrema, pero estaba la cosa complicada. No me salieron muy bien, sinceramente. Y con que no me salieron muy bien quiero decir que hice unos exámenes penosos, porque no he dado a Karl Marx, ni me acordaba de la II República, ni tengo un nivel de inglés tan avanzado como para hacer esa pedazo de prueba, ni me da tiempo en una hora a hacer un comentario de texto de Kafka en condiciones, pero como a mí me gusta escribir más que a un tonto un lápiz y tengo mucha imaginación, escribí unos cuantos folios y me defendí como pude. Eso sí, no me hago ilusiones, que se presentaron 200 personas para cuatro premios.

Ahora me siento un poco rara. Rara porque siento que en el fondo no voy a estudiar la carrera de mi vida, aunque el inglés me gusta mucho. Y aunque me encanta Granada, quizás la solución no esté en irme, aunque no podría hacerlo aunque quisiera. Bueno, es algo que no se puede saber, y por tanto creo que es mejor no pensar en ello para no calentarme la cabeza, algo en lo que soy experta. 

Con esta entrada voy a darle una tregua al tema estudios, porque sé que empieza a aburrir y, sinceramente, necesito airearme y pensar en otras cosas. Eso sí, como me ponga a escribir sobre las mil y una chorradas que se me pasan por la cabeza... tela marinera. Espero que sigáis ahí los que podáis, aguantando a esta humilde estudiante que guarda los libros por un tiempecito y tiene muchas ganas de cambiar de aires y conocer gente diferente.

PD: Tengo que contestar a las preguntas del premio del blog de Cartas a mi futuro yo , lo haré pronto! :)

Besazos! :)

Mar


viernes, 22 de junio de 2012

Experiencia selectivitiana

Hi there! ¡Ya estoy aquí! El miércoles pasado terminé por fín la Selectividad, y la semana que viene me dan las notas. Veremos a ver... No es algo que me preocupe demasiado, porque al fín y al cabo necesito un cinco, pero bueno. No me voy a Granada porque la economía no lo permite, pero, ¡Traducción, lucho por tí! Quién sabe, quizás algún día mi sueño se cumpla. Yo no me rendiré.
Y bueno, qué decir de la experiencia de la Selectividad... pues que en el fondo es cierto que no es para tanto, que si has estudiado durante todo el curso te resulta incluso fácil, siempre dentro de unos límites. Al principio estaba muy nerviosa, antes de hacer el examen de Lengua. Me levanté bastante temprano y mi padre nos llevó a unos amigos y a mí a la Universidad. La verdad es que yo estaba un poco preocupada, porque, sinceramente, tampoco me he matado a estudiar durante las dos últimas semanas; simplemente repasé. Salí del examen bastante tranquila... eso sí, a la salida del aulario una chica que repartía propaganda nos entregó unas bolsitas con confeti de parte de la Escuela de Gerencia... Imaginad mi "poker face" y el cachondeo general ja ja ja ja Si las notas salen medianamente en condiciones, prometo abrirla y celebrarlo por todo lo alto. (?)
Como anécdota, decir que antes del último examen perdí las pegatinas que hay que pegar en la prueba. Vacié la mochila en un banco y me puse "atacá de los nervios", pero afortunadamente aparecieron. Sobre los exámenes daré más detalles cuando sepa las notas, para contrastar la información. Eso sí, el subidón que me dio cuando vi que en Historia de España nos había caído las Cortes de Cádiz no se paga con nada. Era el que mejor me sabía, quizás también porque era el primero del curso... No es de extrañar que cayera en Andalucía, porque este año es  el bicentenario de "La Pepa". En definitiva, que la impresión que tengo es buena; ya veremos si los correctores de Selectividad opinan lo mismo o no.
Estos días descansaré para intentar recuperarme un poquito del agotamiento de todo el curso y ponerme al día con vuestros blogs, que los tengo muy abandonados (lo siento).
Ah! Mandarica, muchísimas gracias por aguantarme por Twitter. Habrás podido comprobar que entro en un estado de agobio y "enajenación" intenso en época de exámenes y me has dado un par de consejillos que me han venido muy bien.

Esta es una foto de la página de la Universidad de Almería, casualmente del aula donde hice el examen de Lengua. Yo salgo a la izquierda; la de la camiseta gris que está delante del chico de la camiseta verde. En fín, que ahí estaba yo, con todos mis nervios, mi sueño mañanero y unas ganas tremendas de terminar.


Disfrutad mucho de estos primeros días de verano, de San Juan y de vuestra libertad, los que podáis. We are young!  :P


Besitos

Mar

jueves, 7 de junio de 2012

El misterioso caso de Victoria Lange

 Hola de nuevo! Este es el relato que he escrito para el Certamen Literario del instituto. Me han dicho que le han dado el segundo premio, así que muchíiiiiiiiiiisimas gracias y mi enhorabuena a la ganadora del primer premio, que aunque dudo que me lea por aquí, me consta que es una gran escritora. 

Se trata de un relato de misterio, diferente a lo que había escrito hasta ahora. No tengo demasiado tiempo para escribir cosas nuevas con la Selectividad, así que aprovecho para colgar mientras tanto este relato, "El misterioso caso de Victoria Lange" o como yo le digo cariñosamente, "La Vicky" (je je je). Por cierto, os lo dedico a todos los que leéis mi blog y me apoyáis con los estudios y demás. Un besazo!


Dicen que el ser humano es totalmente vulnerable al destino por más cruel e injusto que éste pueda llegar a ser. También dicen que el hombre está dominado en muchas ocasiones por una especie de instinto que le lleva a intentar descubrir lo que se esconde más allá de las apariencias, aún cuando el miedo a sacar a la luz la terrible y esclarecedora verdad pueda paralizarle. Quizás fue ese mismo instinto el que llevó a Rodrigo, el capataz de la hacienda de los Ruiz de Mendoza, a dirigirse a toda prisa hacia las caballerizas de la propiedad al sentir un aire cargado y asfixiante que adivinaba la proximidad de un incendio.

El capataz cabalgó incansablemente durante varios minutos y contuvo una exclamación al contemplar el panorama que tenía ante sus ojos. Efectivamente, no se equivocaba: las caballerizas ardían furiosamente. Los mejores sementales de la hacienda, el cobertizo de madera y los útiles para trabajar la tierra eran ahora pasto de unas enormes llamas que devoraban todo cuanto encontraban a su paso. Rodrigo recordó que la patrona, la señora Victoria, le dijo que se dirigiría al lugar a primera hora de la tarde. Sin embargo, nadie gritaba en busca de auxilio. —Quizás he llegado demasiado tarde— pensó el fiel trabajador con nerviosismo antes de disponerse a cabalgar hacia los prados con la intención de reunir a sus secuaces para salvar a la joven. Lo que Rodrigo constató pocos minutos después fue que, en efecto, había llegado demasiado tarde.

Dos días después se ofició el funeral por Victoria Lange, esposa de Salvador Ruiz de Mendoza y heredera de una cuantiosa fortuna. Victoria era una mujer inteligente, bondadosa y sencilla. Ocultaba su impresionante atractivo físico tras ropas oscuras y recatadas, y apenas se prodigaba en actos sociales. Huérfana y de origen inglés, se vio obligada a casarse a los dieciocho años con Salvador, un español de alrededor de cuarenta años poseedor de una de las mayores haciendas de toda Andalucía y, ante todo, hombre déspota y cruel donde los haya. Los Lange vieron en él, poco antes de morir en un accidente náutico, al candidato ideal para velar por la administración de la elevada fortuna de la que su hija mayor, Victoria, podría disponer al contraer matrimonio. Así pues, la joven hubo de viajar desde su Londres natal con su hermana Catherine –soltera— hacia tierras malagueñas, territorios completamente desconocidos hasta entonces para las dos inglesas.

Las malas lenguas decían que el matrimonio de Salvador y la señorita Lange era, cuanto menos, tormentoso. Quizás la considerable diferencia de edad entra ambos era el origen de muchas de las enardecidas discusiones que se desencadenaban en el silencio de la casona cada noche, mientras todos dormían. Ella era rebelde e independiente y su espíritu liberal se veía refrenado en aquella jaula de oro y falsedad que era la conocida hacienda en que vivía. A todos les extrañaba la ausencia de la joven en las fiestas más concurridas de la localidad y las sirvientas solían murmurar por las esquinas sobre los cardenales y arañazos con los que solía amanecer. Victoria, amante de la equitación, solía atribuir aquellos moratones a alguna que otra caída del caballo, pero la realidad era bien distinta. Todas las noches, Salvador regresaba a la hacienda embriagado en coñac y cigarrillos después de haber pasado la tarde con alguna de sus amantes Dios sabe dónde. Luego, subía a la alcoba de su esposa y le propinaba brutales palizas que en ocasiones la dejaban inconsciente. Catherine, por su parte, sentía una profunda envidia por su hermana desde la infancia y vivía amargada por la idea de no ser la esposa de Salvador. Él prefirió a Victoria, más joven y astuta, y ella hubo de conformarse con algún que otro encuentro furtivo con el señor mientras todos dormían. Con el tiempo, llegó a convertirse en su amante y cómplice. Era ella quien inventaba cientos de excusas para que nadie sospechara de los malos tratos recibidos por la señora de la casa y quien se encargaba de atormentarla al recordarle todos los días que nunca podría huir del fatídico destino al que había sido entregada.

 


La noticia del fallecimiento de Victoria Lange causó verdadero estupor en el pueblo. Aún cuando no era muy conocida debido a sus poco frecuentes apariciones públicas, las circunstancias de su muerte llegaron a convertirse en el suceso más comentado en el lugar y sus alrededores durante largo tiempo. Salvador y Catherine, rigurosamente enlutados, presidían el primer banco de la iglesia mientras el anciano sacerdote oficiaba una misa monótona y aburrida interrumpida por los acordes de un réquiem. El cuerpo de Victoria había sido reducido a cenizas, y en el lugar de los hechos tan sólo se encontraron su anillo de compromiso, un broche de esmeraldas y una pitillera metálica con las iniciales de su esposo.

A la salida de la iglesia, un concurrido número de conocidos de la familia se acercaron a Salvador y Catherine para ofrecerles sus más sentidas condolencias. Cuando todos se hubieron ido, un joven trajeado y con sombrero de copa se dirigió a ambos. Su piel blanca y sus ojos azules evidenciaban que era extranjero.

—Permítanme que les moleste en estos momentos tan delicados para ustedes, pero debo comunicarles algo sin demora. — Los amantes se percataron del acento inglés del joven y se volvieron lentamente hacia él.

—Usted dirá —musitó Salvador con indiferencia.

—Mi nombre es James Miller. He sido reclamado por la Guardia Civil de esta localidad para investigar la muerte de su esposa Victoria. —prosiguió el extranjero.


—Aquí no hay nada que investigar. Victoria salió a montar a caballo como cada tarde, y probablemente provocó un incendio con uno de sus cigarrillos. Siempre tenía uno en la mano. Me temo que se ha equivocado usted de lugar, así que le ruego que se marche y elimine de su cabeza cualquier pretensión de revolver cualquier asunto relativo a la muerte de mi hermana. Comprenda que tanto mi cuñado como yo estamos profundamente afligidos. —sentenció Catherine.

Pese a los ruegos de los interesados e hipócritas parientes de Victoria, el joven investigador se instaló en el pueblo y comenzó a hacer su trabajo desde el mismo día de su llegada. Resultaba extraño que la Guardia Civil, tan desvinculada por aquel entonces de las relaciones internacionales, hubiese solicitado los servicios de un investigador inglés para esclarecer la muerte de la joven. Sin embargo, el capitán del cuartel del pueblo aceptó sin demasiado interés las explicaciones de Miller  y le dejó hacer su trabajo, imaginando que cumplía órdenes de un superior. 


James Miller se hospedó en la mismísima hacienda Ruiz de Mendoza pese a su enemistad con la familia. Al fin y al cabo, aquel era el entorno idóneo para documentarse sobre la vida de la desdichada Victoria Lange.  Realizó un recorrido completo por las habitaciones, anotando en un cuaderno de piel todo cuanto observaba. Catherine, sigilosa, le observaba con recelo desde las esquinas. En pocos días, el suspicaz investigador descubrió que Catherine y Salvador eran amantes, y luego de un exhaustivo  interrogatorio al que sometió a  las criadas consiguió atar cabos y descubrir que Victoria era maltratada por su marido y, en ocasiones, por su hermana. La suspicacia de Miller era un don que jugaba en contra de los dos amantes, que temían que el investigador les culpase de un momento a otro de la muerte de la joven. Motivos no le faltaban: ambos estaban interesados en apropiarse de su fortuna. 


Además, Catherine soñaba en la intimidad de su habitación con deshacerse de su hermana y ocupar el lugar que realmente le pertenecía al convertirse en la esposa de Salvador. Quizás aquella tarde no le faltó sangre fría para aliarse con él y provocar un incendio en los establos que acabaría con la única persona que obstaculizaba todos sus planes.

Esta hipótesis comenzó a perfilarse en la mente del audaz investigador, que avanzaba en sus pesquisas con asombrosa rapidez. Apenas cruzaba palabra con cuantos le rodeaban, y fue precisamente esto lo que rodeó a James de un halo misterioso que obligó a Catherine y a Salvador a ponerse en guardia. Estaba yendo demasiado lejos, y no podían permitir que se les acusara de un crimen que no habían cometido pero que sería, sin embargo, fácilmente asumido por todos, pues en el pueblo se sospechaba desde tiempo atrás que entre Lange y Ruiz de Mendoza había más que una simple relación de parentesco, lo que unido a la vida ascética y tormentosa de Victoria y a la codicia que fácilmente podrían suscitar en ellos las elevadas cifras de dinero que albergaba en su cuenta bancaria les posicionaría con toda seguridad como principales asesinos de la joven inglesa.



Tras varios días encerrado en su alcoba, escribiendo incansablemente a la luz de las velas, sin apenas comer ni dormir, James enunció su veredicto: Catherine Lange y Salvador Ruiz eran los responsables de la muerte de Victoria. La noticia fue recibida con poco asombro por el capitán Torralba y el acalde del pueblo; todos lo sospechaban.

—La tarde del incendio, Victoria se dirigió a las caballerizas para montar, como de costumbre. Mientras ensillaba su caballo, su hermana y su esposo provocaron un brutal incendio en el lugar y huyeron apresuradamente. Como prueba ineludible de su fechoría, perdieron en la huida una pitillera con las iniciales “S.R.M.” y un broche de esmeraldas perteneciente a la señorita Catherine —sentenció el investigador.

— ¡Usted no sabe lo que dice! ¡Miente! —replicó Catherine acaloradamente. —Victoria solía fumar muy a menudo, ella podría haber provocado el incendio accidentalmente al arrojar el cigarro sobre la paja. Seguramente tomó prestada la pitillera de su esposo. Y en cuanto al broche, bueno… yo misma se lo presté. —inventó ávidamente.

—Usted misma reconoció que ese broche pertenecía a su hermana el día en que fue encontrado. —repuso Miller. Además, nadie en el pueblo afirma haberles visto tanto a su cuñado como a usted la tarde del suceso. Usted no se encontraba en la casona, bordando como de costumbre, y el señor Ruiz de Mendoza no frecuentó en toda la tarde el burdel al que solía acudir ni fue visto en ningún otro lugar. Si nadie tiene más que alegar, yo creo que podríamos afirmar sin temor a equivoco que ustedes son los responsables de la muerte de Victoria, y deben pagar por ello.

Tanto Salvador como Catherine sabían perfectamente que aquella tarde ambos se habían citado en un claro del bosque cercano a la capital para llevar a cabo uno de sus encuentros furtivos. Alegaron estos hechos en su defensa, pero nadie les creyó. Por todos era sabido que la pareja llevaba largo tiempo conspirando en contra de la indefensa joven, que se consumía día tras día en la majestuosa hacienda temiendo el día en que ambos acabaran con ella para disfrutar de su fortuna despreocupadamente. Quizás la tiranía del cruel terrateniente, que en más de una ocasión había estado involucrado en casos de corrupción política, llevó al alcalde a ensañarse con él y dar parte a las autoridades de los hechos. En poco tiempo, Catherine y Salvador fueron encarcelados, y las propiedades Ruiz de Mendoza pasaron a ser expropiadas.  De nada sirvieron las réplicas de ambos ni reconocimiento social con el que contaban. Poco después, James Miller recogió sus enseres, se despidió del alcalde y del Capitán, y se marchó. Llamaba poderosamente la atención la facilidad y la suma rapidez con la que el joven había resuelto el caso, como guiado por una especie de inspiración divina que le facilitaba la información requerida para concluir la investigación, pero la justicia española, tan preocupada entonces por los bandoleros que poblaban los montes de la periferia decidió no darle mayor trascendencia al asunto.

__________________________________________________

Londres, una semana después. Un caballero ataviado con un sombrero de copa, una larga capa oscura y chaqué camina cabizbajo entre la muchedumbre de una ciudad sumida en una nube de polvo, inmersa en los albores de una revolución industrial que no tardaría en llevar a Inglaterra a la preeminencia sobre Europa. El caballero abandona un viejo edificio situado en las afueras de la ciudad y se dirige a una de las más lujosas mansiones de la zona, presidida por monumentales columnas y fastuosos jardines. Una criada le abre la puerta. Él se dirige nerviosamente a la última planta de la estancia y abre las puertas correderas de un amplio despacho iluminado por sendos ventanales. Una esbelta silueta femenina que sostiene un cigarrillo mira a través de ellos con indiferencia. Parece no importarle todo cuanto pueda ocurrir a su alrededor. Sin embargo, hoy es un gran día para ella.



—Todo ha salido según lo previsto. Ambos pasarán una larga estancia en el penal. ¡Por fin! ¡Por fin has logrado vengarte de ellos, de aquellos que nos separaron y te humillaron durante años, privándote de lo que es tuyo, de tu dinero, de tu libertad! Sin tu ayuda no lo habría conseguido. Debo decir que fuiste tremendamente explícita en las descripciones que me diste de ellos y de la servidumbre. Fue fácil convencer al inepto del alcalde de que pretendían terminar contigo y disfrutar de tu fortuna. ¿Lo ves? Ahora nadie podrá impedirte ser libre y hacer cuanto te plazca con tu vida. Ya has llevado a cabo tu venganza, y no tendrás que responder ante ellos nunca más. El nuevo documento de identidad llegará en pocos días, o eso me aseguró ese viejo traficante esta mañana.

La silueta femenina se dio la vuelta lentamente, profirió una sonrisa irónica y le dio una calada a su cigarro. Se acercó lentamente al joven de la capa, le tomó de la mano y suspiró.

—Debo reconocer, James, que has resultado ser un gran investigador. A partir de ahora nadie me dominará a su antojo y podré estudiar, viajar, incluso dirigir una empresa, ¡qué sé yo! Tengo miles de planes y mucho tiempo por recuperar.

—Espero que entre tus planes esté compartir tu vida conmigo— sugirió el joven, poniéndole una sortija de oro blanco sobre el dedo anular. Su compañera le miró con expresión interrogante, pero rápidamente sonrió.

—Por supuesto. —admitió Victoria Lange antes de cerrar la puerta y fundirse con James en un apasionado beso.



domingo, 3 de junio de 2012

Logros, graduaciones y despedidas

Hi there! Ya estoy aquí de nuevo, aunque no oficialmente del todo, porque me queda la dichosa Selectividad, pero bueno, lo peor ya pasó.
La verdad es que esta última semana ha sido de grandes contrastes. He llorado de tristeza e impotencia, pero también de alegría y satisfacción. La tristeza se debe a la pérdida repentina de mi profesor, de la que ya hablé, y la alegría... la alegría se debe a algo muy fuerte por lo que he luchado muy duramente durante los seis años que llevo en el instituto y especialmente durante este último: ¡¡¡Me han concedido la Matrícula de Honor!!! No me lo podía creer cuando vi mi nombre en el tablón junto al resto de matrículas. ¡Es que es muy fuerte! La emoción pudo conmigo, y las lágrimas no tardaron en llegar. Fue uno de los momentos más felices de mi vida, sin duda. 
He peleado con uñas y dientes por este logro, he renunciado a miles de cosas y me he consagrado en cuerpo y alma al estudio, pero ahora sé que ha merecido la pena todo mi esfuerzo. Es una sensación increíble, y desde aquí me gustaría animar a todo el mundo a luchar por sus sueños y no rendirse nunca. He tenido motivos más que de sobra para tirar la toalla en más de una ocasión, pero gracias al apoyo de mi familia, amigos y profesores he logrado salir adelante. GRACIAS a ellos y también a los que me habéis animado en este blog :) No sabéis las ganas de continuar que me habéis inyectado en más de una ocasión. Además, el hecho de haber sacado una media de diez en un curso en el que me han pasado tantas cosas malas hace que me alegre al recordar todas aquellas ocasiones en las que me sequé las lágrimas y seguí. Si yo puedo, todo el que se lo proponga también podrá, ¡estoy segura!. Ya no importan los comentarios malintencionados ni las envidias. El camino a recorrer ha sido duro, pero he obtenido la recompensa. Me quedo con los mejores momentos de estos seis años, con el orgullo de haber estudiado en el mejor instituto de Almería, con grandes amigos y profesores inolvidables. Dejo allí un trocito de mí, una parte de mi vida que jamás olvidaré. Ha sido un gran aprendizaje en todos los sentidos.

Bueno... y ahora la parte festiva, jeje. Ayer fue la Graduación, ¡por fín! Llegamos todos al instituto guapísimos, las chicas con vestido y tacón; los chicos con traje y corbata. ¡Aquello parecía un desfile de modelos!



 Tras los nervios iniciales, avanzamos en parejas por el centro del patio mientras nuestros familiares y amigos nos aplaudían y sonreían, y sonaba el Canon de Pachelbel. Ese fue quizás el momento más increíble de todos, aunque hubo muchos más. A continuación, el director refirió unas emotivas palabras en recuerdo a nuestro profesor fallecido y se efectuó un minuto de silencio tan importante como necesario en el que a todos se nos encogió un poquito el corazón. Sin embargo, aquel era un día alegre, y unos compañeros comenzaron a leer un discurso en representación de todos los alumnos con el que nos sentimos muy identificados, nos reímos y también nos emocionamos. Seguidamente, el director y una representante del AMPA dijeron unas palabras, y una alumna del nocturno también se dirigió al público acompañada por su marido para dar un breve pero emocionante discurso alabando al centro y a sus profesores, y dando cuenta de lo duro que es estudiar siendo ya adulto y teniendo que ocuparte de tu casa y de tu propia vida. Fue muy emocionante. Y luego...


CHA CHA CHAAAAAN... la imposición de escudos de plata del centro a las Matrículas de Honor. ¡Ay, Dios mío, qué nervios pasé! Nombraron primero a una de mis compañeras de clase, pero lo que no me esperaba para nada es que a continuación me fueran a nombrar a mí. Me puse nerviosísima, me empezaron a temblar las piernas y al comenzar a andar se me salió un poquito el tacón. Pensé "tierra trágame" y me quedé paralizada por un segundo, pero afortunadamente nadie se dio cuenta. Avancé como pude hasta el escenario, y allí me tranquilicé. El director me puso el escudo (un pin) en el vestido, me dio dos besos y yo lancé con la mano un espontáneo beso a mis familiares y amigos, sentados en el patio de butacas.

Un momento inolvidable

 A continuación, le pusieron la insignia a más compañeros y comenzaron con la imposición de becas, así que me tocó por segunda vez. Al director se le había olvidado darme la cajita en la que venía el escudo cuando subí por primera vez, así que aproveché la segunda subida para cogerla. Debido al fallecimiento de F.A., Nandi no pudo venir a ponerme la beca, aunque la tuve presente en todo momento, así que lo hizo mi profesor de Historia de España, que figuraba como segunda opción en mi mente. Me susurró al oído "esto va por Nandi", me impuso la beca y me dio dos besos. Fue emotivo e inolvidable.

Momento de la imposición de la beca
 
Cuando terminó la imposición de becas, nos hicimos un montón de fotos con los profesores, que se mostraron en todo momento muy cariñosos y cercanos a nosotros. Desde luego, me llevo un recuerdo inolvidable de todos ellos. No exagero para nada  si digo que son unos de los grandes profesores que existen en este país, para nada. Son grandes profesores y, sobre todo, grandes personas. Todos los alumnos del Celia Viñas les debemos mucho. Tampoco olvidaré a mis amigos y esos recreos en los que hemos compartido tantas cosas y que tanto extrañaré.

Orgullosamente celiaviñera :)

Más tarde, me fui con mis amigos a cenar al Foster´s Hollywood (el presupuesto no llegaba para la cena en el Gran Hotel ni para la fiesta en el Bribón de la Habana, pero lo pasamos bien) y nos tomamos algo en Caramelo y Cartabón. No fue el desfase del siglo, pero estuvimos agusto y nos divertimos. Fue, en definitiva, un día inolvidable, ensombrado por las circunstancias de la vida (dicen que la felicidad nunca es completa), pero muy, muy feliz. El mejor regalo fue la recompensa a mi esfuerzo y tener a mi lado a mi familia, amigos y profesores. Lo recordaré siempre con mucho cariño.

Aquí dejo una parte de mi. Me voy feliz y orgullosa.