“En la oscuridad puedo colgar en las paredes de mi mente lienzos de colores, en la soledad puedo ver quién soy bajo la piel"
Beatriz y los cuerpos celestes

lunes, 29 de abril de 2013

Inconformista Martina

Martina se levantó a las siete de la mañana, deseosa de encontrar al fin una solución a ese paro obligado que arrastraba desde hacía seis meses. Lentamente, abrió el grifo del agua fría y sus poros despertaron ante la caricia helada que le procuraban sus manos. Se miró al espejo. Tenía algunas ojeras, pues no había dormido nada, y su rostro parecía apagado. Tendría que echar mano al maquillaje para hacer un milagro... otra vez.

Se bebió el café caliente a pequeños sorbos, quemándose la lengua, y se puso el traje gris de rayas que lucía en todas las entrevistas. Despertó a Donna con una suave caricia que la gatita respondió con un pequeño maullido, y trató de desenredar su pelo. El peine luchaba incansablemente por desenmarañar esos rizos pelirrojos que a Martina le habían dado tantos quebraderos de cabeza. Cansada, optó por recogerse el pelo y cubrió sus ojeras con corrector.

Antes de salir de casa, abrió las persianas y comprobó las reservas de comida que a duras penas subsistían en la nevera. Era final de mes, y se notaba. Claro que se notaba. Estaba cansada de dejar su currícilum en miles de empresas que probablemente no la llamarían, y comenzaba a creer que nunca conseguiría un empleo. Cansada. Estaba cansada de vestir ese traje gris serio y aburrido, de fingir simpatía ante sus entrevistadores tras haber comprobado que el resto de aspirantes habían sido despachados con mucha menos elegancia. Estaba cansada de coger el metro, de aguantar la pesadez de esa muchedumbre que se dirigía en masa a su lugar de trabajo, de llevar a cuestas un título de Licenciada en Empresariales que más bien parecía una condena. Martina nunca quiso estudiar empresariales, pero no le quedó más remedio. Nunca obtuvo una beca lo suficientemente cuantiosa como para estudiar Bellas Artes en otra ciudad, una carrera costosa y alejada de un futuro laboral estable, según le decían muchos. Pero, ¿qué importaba eso ahora? Tenía veinticinco años, una carrera, un máster y tres idiomas en su currículum. Pero también tenía sueños, ilusiones y esperanzas. El gris de la rutina diaria, de la monotonía, en nada se parecía a ese universo de colores que imaginó al comienzo de la Universidad, cuando el hastío aún no se había apoderado de ella, cuando aún tenía ganas de romper moldes y sacar a relucir sus pinceles. 

Martina se miró al espejo por última vez antes de salir, y suspiró. Los pantalones le apretaban demasiado, y con ese recogido improvisado que se había hecho, cansada de luchar con sus rizos, parecía mucho mayor. El maquillaje, precozmente acartonado, asfixiaba su rostro, y a duras penas ocultaba los estragos que el cansancio y los nervios de la noche anterior habían marcado sobre su piel. Odiaba ese maletín negro de piel que portaba diez copias de su currículum, y los zapatos le estaban pequeños, y hacían que le dolieran los pies. El cuello de la camisa hacía que le picara la espalda, y las lentillas le estaban provocando una irritación en los ojos que estaba despertando sus instintos asesinos por momentos. Y entonces, al verse tan patética, tan absurdamente disfrazada de alguien que no era, tan hipócrita, tan desleal a sí misma y a lo que realmente deseaba hacer, tomó una decisión. Se quitó el traje, se soltó el pelo, se deshizo de los zapatos con un par de patadas y se puso sus gafas de siempre. Guardó el maletín en el armario del trastero, se puso una camiseta de Pink Floyd y unos pantalones morados, sus zapatillas de la suerte, y se colgó al hombro la mochila que antaño la acompañó en mil y una aventuras. Entonces, le dejó algo de comida a su gatita Donna, cogió un estuche con carboncillos y un bloc de dibujo, y se montó sobre su bici. Pedaleó sin descanso, olvidándose de la entrevista de trabajo, de las años de estudio, de ese máster que le había costado una pasta y que aborreció hasta el mismo día que acabó, y se perdió por las calles de su ciudad, libre al fin. Estaba decidida a hacer lo que siempre había querido hacer, a estudiar Bellas Artes en cualquier otra ciudad tirando de cualquier beca y de la ayuda que le pudiera proporcionar algún que otro empleo de verano. Y, sobre todo, estaba decidida a ser ella misma por primera vez en mucho tiempo. Sabía que pasaría hambre, que sería duro, y que el futuro que le esperaba estaba muy alejado de los cómodos -y fríos- sillones de piel de una oficina y del tecleo incesante de un ordenador... y por eso le gustaba tanto.

Dejó de pedalear, y se detuvo frente al faro. 

Ahora sí... había mucho trabajo por hacer.





martes, 23 de abril de 2013

Explosión literaria. ¡Feliz Día del Libro!








Ocaso, Manuel Machado


Era un suspiro lánguido y sonoro

la voz del mar aquella tarde... El día,
no queriendo morir, con garras de oro
de los acantilados se prendía.

Pero su seno el mar alzó potente,
y el sol, al fin, como en soberbio lecho,
hundió en las olas la dorada frente,
en una brasa cárdena deshecho.

Para mi pobre cuerpo dolorido,
para mi triste alma lacerada,
para mi yerto corazón herido,




para mi amarga vida fatigada...
¡el mar amado, el mar apetecido,
el mar, el mar, y no pensar nada...!





Extracto de la RIMA IV, Bécquer 


No digáis que, agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira;
podrá no haber poetas; pero siempre
habrá poesía.





Extracto de Sonata triste para la luna de Granada, de Luís García Montero



Verdes en el cansancio de todas las esquinas
 esta ciudad me mira con tus ojos de musgo,
 me sorprende tranquila de amor
y me provoca.



Oh, mi yo... Oh, vida, Walt Withman 


Oh mi yo, oh vida de sus preguntas 
que vuelven del desfile interminable de los desleales, 
de las ciudades llenas de necios 
¿qué hay de bueno en estas cosas?" 

Respuesta: "Que tú estás aquí, 
que existe la vida y la identidad, 
que prosigue el poderoso drama 

y que tú puedes contribuir con un verso... 
¡que prosigue el poderoso drama 
y que tú puedes contribuir con un verso!



Elegía a Ramón Sijé (fragmento), Miguel Hernández

Volverás a mi huerto y a mi higuera,
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas
y tu sangre se irá a cada lado,
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas,
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero. 


Rayuela (fragmento), Julio Cortázar



" Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja. Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo de aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua. "



El Rayo de Luna (fragmento), Gustavo Adolfo Bécquer.

"Y esa mujer, que es hermosa como el más hermoso de mis sueños de adolescente, que piensa como yo pienso, que gusta como yo gusto, que odia lo que yo odio, que es un espíritu humano de mi espíritu, que es el complemento de mi ser, ¿no se ha de sentir conmovida al encontrarme? ¿No ha de amarme como yo la amaré, como la amo ya, con todas las fuerzas de mi vida, con todas las facultades de mi alma?".



Beatriz y los cuerpos celestes (fragmento), Lucía Etxebarría

La angustia, un buque fantasma, se iba hundiendo lentamente en el tiempo cenagoso; aquella angustia ante lo borrado, lo perdido, que se iba posando dentro, como una lluvia interior. En un intento de acallarla me impuse un programa de estudios espartano, y mi rutina diaria transcurría entre una universidad de paredes de piedra cubiertas de musgo y una habitación helada y lóbrega, con la cabeza enterrada entre libros y cuadernos, porque quería llenarme la mente, atiborrarla de datos, bloquear sus salidas con recién aprendidas palabras y sepultar los recuerdos bajo gerundios y participios y citas de Shakespeare, para no pensar en lo que dejaba atrás. 


Avanzarán los días y yo seguiré hundiéndome poco a poco en esta ansia de infinito, en esta inapagable sed de absoluto en la que nada es suficiente. Si por mí fuera, me pasaría el día haciendo el amor, y no sólo porque me guste sino porque es entonces cuando parece que las cosas llegan al límite; cuando, aunque sólo sea por tres segundos, huyo, salgo de mí, me hincho de luz y me aclaro, feliz y sin memoria, prendida en labios inventores de espléndidos engaños. Y entonces me digo que sí, que tiene sentido seguir adelante, a pesar de esta certeza de estar siempre sola. 


Caso real

"Tomé esta foto de hoy en una librería aquí en la ciudad. Este, probablemente, un hombre sin hogar estaba disfrutando de la charca en la buena lectura de un libro al azar de la estantería de la literatura, con cierta dificultad, después de las palabras y poco a poco formando con los labios, murmurando unas pocas sílabas como se... puede ver. En cuestión de minutos dos guardias de seguridad vinieron caminando a toda prisa acompañado por el gerente, lo tomó por el brazo y la llevó a cabo por la fuerza. El señor no respondió, simplemente bajó la cabeza y se fue llorando a la calle. Lo seguí con lástima, y lo vi recostarse contra una pared, se sentó en el suelo y siguió llorando en posición fetal. Creo que esto es realmente algo para compartir".

Yanina Vanesa Arroyo



Porque todos debemos tener acceso a la cultura, sin distinción de clases sociales. 

¡¡¡Feliz Día del Libro!!!




lunes, 22 de abril de 2013

Mi vida literaria: los libros que me han marcado

Se acerca el 23 de abril, día grande de las letras o popularmente conocido como "Día del Libro", y por eso se me ha ocurrido recopilar algunos de los títulos que en su día me marcaron. Tengo que confesar que nunca he sido una gran lectora, de esas que devoran libros de trescientas páginas en pocos días, aunque me encanta leer. ¿Que a qué se debe esta contradicción? Pienso que soy demasiado exigente, pues si un libro no me "atrapa" antes de haberme leído la tercera parte, suelo dejarlo. Nunca he seguido grandes sagas o best sellers como Harry Potter, Memorias de Idhún, etc. Confieso que los libros de fantasía nunca me han llamado la atención, aunque sé que los dos ejemplos que he puesto son de lo mejorcito que hay dentro de ese género. Sin embargo, cada libro tiene una personalidad, una esencia única e incomparable que el autor deja impresa en cada una de sus páginas, y es eso precisamente lo que hace de cada título una pequeña joyita de valor incalculable. Del mismo modo que existen libros que no nos llaman demasiado la atención y cuya lectura abandonamos por aburrimiento, también existen otras obras capaces de suscitarnos emociones tan diferentes como la risa, el llanto o la nostalgia. Si al acabar un libro sientes melancolía, cierta tristeza porque se acabó esa aventura que tantos momentos inolvidables te hizo pasar, amigo mío, estás ante una de esas piezas literarias que habrás de recordar por siempre.



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Si hago un breve repaso a mi vida como lectora, esto es lo que encuentro:

De pequeña, comencé a aficionarme a la lectura con los libros de la serie "Barco de Vapor", altamente recomendable para niños de hasta doce años. Las lecturas están clasificadas por edades, siendo los colores blanco, azul, naranja y rojo los principales distintivos. ¡Pasar de una lectura "azul" a una "naranja" era todo un logro! Y ni que decir tiene que al llegar al color rojo te podías considerar una chica mayor. Los títulos que recuerdo con más cariño son "La Cenicienta rebelde", "Abuelita Opalina", "Caramelos de Menta", "¡Casi medio año!", "Pirulí", "Maxi y la banda de los tiburones", "Querida Susi, Querido Paul", "La canción de Amina", y, sobre todo, "La Fábrica de Nubes", mi favorito. Recuerdo incluso que la gente de la editorial se puso en contacto con mi colegio y nos hicieron un par de libros en los que los protagonistas éramos todos los de la clase. Realmente recomiendo esta colección si tenéis primos, sobrinos o niños pequeños cerca, porque son bastante asequibles y tiene lecturas de gran calidad.

Sin embargo, mi gran aventura lectora vino de la mano del ya famoso héroe de Carabanchel, "Manolito Gafotas", ese niño avispado y elocuente, a la vez que tierno y sensible, creado por Elvira Lindo. Confieso que me ha hecho vivir momentos inolvidables, porque realmente me sentía identificada con muchas de las historias que él mismo narraba en primera persona. Jamás olvidaré ese "¡Cómo Molo!" que leí mil veces en un mismo verano, o las miles de aventuras de "El imbécil y yo", "Manolito on the road", "Los trapos sucios", "Pobre Manolito" y "Manolito tiene un secreto". La autora, después de un parón de unos diez años, sacó el último título de la colección en noviembre, "Mejor Manolo", y estoy deseando leerlo.



Pese a no ser una gran aficionada al género de la fantasía, como he comentado anteriormente, "El valle de los lobos", de Laura Gallego García, me encantó. Hay varios títulos más dentro de la colección que merecen la pena y que han encandilado a varias generaciones de lectores. "El valle de los lobos" es simplemente mágico; me encantó.



"Dorilda", de Carmen Posadas, me hizo vivir las aventuras de un chico que ha de ayudar al espíritu de una dama medieval a encontrar un objeto perdido. Entre situaciones disparatadas y grandes dosis de humor, la autora recrea una atmósfera única que dejará al lector con muy buen sabor de boca.



"Caperucita en Manhattan", de Carmen Martín Gaite, es uno de los libros que recuerdo con más cariño. Esa caperucita moderna, llena de ilusión y coraje, vive una historia apasionante en la Gran Manzana, apta tanto para adultos como para niños. Leedla siempre que tengáis ocasión.



Llegó la pubertad, y con ella, los libros para adolescentes. "El chico equivocado" y "El diario de Marga y Coco" fueron dos títulos de una serie juvenil para chicas que, sin ser muy conocidos, lograron sacarme más de una sonrisa y demostrarme que iban más allá de las novelas rosas para jovencitas soñadoras. Tiernos, emotivos e inolvidables.


Llegados a este punto, habré de responder a la pregunta del millón. ¿Llegué a leer algún libro de "Crepúsculo"? Lamentándolo mucho, la respuesta es sí, pero fue más por aburrimiento que por otra cosa. Me regalaron el primer libro y le día una oportunidad durante el verano del 2008 (es en verano cuando más suelo leer). No me gustó demasiado y a duras penas conseguí terminarlo. Sin embargo, me regalaron la segunda parte. Le dí una oportunidad a regañadientes, pero lo tuve que dejar a la mitad porque no me convencía en absoluto. Lo siento mucho, pero los vampiros relucientes y los hombres-lobo enamorados no son lo mío.

"El Príncipe de la Niebla", de Carlos Ruíz Zafón, simplemente me apasionó. Corto, pero intenso. Inquietante, intrigante, mágico, sorprendente. Tenéis que leerlo.



Y aquí, llegamos al capítulo "Moccia". No sé si habréis oído hablar de Ferderico Moccia, autor de "Tres metros sobre el cielo" y "Tengo ganas de tí". Pues bien, en el verano del 2009, me acerqué un día a Picasso, la librería más grande de mi ciudad, y decidí comprarme "Perdona si te llamo amor" en edición de bolsillo. No estaba muy convencida de que esa lectura llegara a agradarme porque nunca había leído nada por el estilo, pero lo cierto es que lo terminé en pocos días, y me encantó. Era un libro rosa, sí, pero también fresco, original, sorprendente. Una historia de amor inusual, divertida, ambientada en los escenarios de la bella Roma, magníficamente descrita punto por punto por el propio Moccia. Sin embargo, segundas partes no siempre fueron buenas, y "Perdona pero quiero casarme contigo" me pareció predecible, insulso, comercial y decepcionante. "Tres metros sobre el cielo" no llegó a gustarme tanto como la otra serie, "Perdona si te llamo amor", pero igualmente me encandiló, al igual que la segunda parte, "Tengo ganas de tí". Sin embargo, el estilo original y fresco del Moccia de los inicios ha dado paso a los tintes comerciales y a las historias banales escritas para jovencitas sofocadas, y ese no es mi rollo. No he leído "Carolina se enamora" ni tengo intención de hacerlo; me quedo con los primeros libros de Moccia, más personales y cercanos al lector.



Más tarde, decidí darle una oportunidad al "Diario de Ana Frank", un relato escalofriante y conmovedor, imprescindible para cualquier lector que se precie. También devoré "Beatriz y los cuerpos celestes", de Lucía Etxebarría, un universo literario que gira en torno a la sexualidad, los conflictos emocionales y el destino. Me gustó tanto, que decidí poner una de sus citas en la cabecera del blog, ya que lo abrí poco después de terminar el libro.



El verano pasado decidí leer "Criadas y Señoras", de Kathryn Stockett, una entrañable historia ambientada en los años 60 que narra la discriminación racial existente entre un grupo de señoras de la alta sociedad y sus empleadas del hogar, todas ellas de raza negra. Muy recomendable. "La casa de Riverton", de Kate Morton, también me cautivó por estar ambientado en los felices años veinte y ofrecer una completa descripción de escenarios rurales y urbanos, espacios  privados y vestuarios con todo lujo de detalles. Tengo pendiente "El jardín olvidado", de la misma autora, que ha tenido gran fama y promete ser bastante interesante. Sin embargo, no recomiendo en absoluto "Tara Road, una casa en Irlanda", de Maeve Binchy, pues me resultó del todo decepcionante. Esperaba una historia intrigante ambientada en la vieja Irlanda, y me encontré con una novela rosa, insulsa y totalmente desconcertante. 


"Nada", de Carmen Laforet, me parece un retrato de lo más acertado de la sociedad catalana de los años cincuenta. Recomendar, por supuesto, "El coronel no tiene quién le escriba", del gran Gabriel García Márquez, y "Pasión India", de Javier Moro, que esconde la frivolidad y el sueño convertido en pesadilla de la joven española convertida en princesa de Kapurthala.



No puedo dejar de mencionar "Voces que susurran", de John Connolly, cuya reseña tenéis aquí. Fue el libro del que hice mi primer trabajo universitario, y aunque no llegó a convencerme plenamente, sí me interesó bastante por su amplia temática.



¿Qué estoy leyendo ahora?

Estoy leyendo "Eres mi vida, eres mi muerte", de María de la Pau Janer. Llevo pocas páginas porque apenas he tenido mucho tiempo (y entusiasmo) para leer. Tengo que reconocer que últimamente estoy en época de sequía literaria y pocos libros me convencen realmente. No sé si seré demasiado exigente, o si no encuentro los títulos que realmente me puedan satisfacer. En cualquier caso, a este le voy a dar una oportunidad, porque tiene buena pinta. Espero no equivocarme.

¿Qué me gustaría leer? Mi lista de pendientes:

  • "El temor del hombre sabio", de Patrick Rothfuss
  • "La princesa de hielo", de Camila Läckberg
  • "La Catedral del Mar", de Ildefonso Falcones
  • "El jardín olvidado", de Kate Morton
  • "Lo que me queda por vivir", de Elvira Lindo
  • "Mejor Manolo", de Elvira Lindo
  • "Últimas tardes con Teresa", de Juan Marsé
  • "La soledad de los números primos", de Paolo Giordano
  • "El tiempo entre costuras", de María Dueñas
  • "Marina" y "El juego del Ángel", de Carlos Ruíz Zafón
¿Qué no recomendaría leer?

Detesto juzgar un libro sin haberlo leído, ya sabéis, "no hay que juzgar un libro por su portada". Sin embargo, los best-sellers tipo "Cincuenta sombras de Grey" me parecen literatura barata, convencional y, sobre todo, comercial a más no poder. Su prosa es vulgar, presa fácil para lectores inexpertos y fáciles de "atrapar". Siento si a alguien le ofende mi opinión, pero siento pesar al ver cómo se vacían las estanterías que albergan esta clase de ejemplares mientras un montón de obras magníficas pasan indiferentes para muchas personas.

¿Mi momento del día preferido para leer?

La noche, sin lugar a dudas. Sobre todo, esas noches de verano en las que entra una ligera brisa por la ventana y sólo se oyen ciertas voces provenientes de la calle. Me encanta quedarme leyendo hasta muy tarde. También me encanta leer en la playa, es uno de esos pequeños placeres que no cambiaría por nada del mundo.

Y esto es todo. Os invito a responder a las  preguntas que he planteado para que podamos ampliar nuestros horizontes literarios y andar menos desencaminados a la hora de escoger una buena lectura. Espero que os haya gustado la entrada. ¡Un beso!

Mar






domingo, 14 de abril de 2013

Cosas de la vida

Pues sí, aquí estoy otra vez. He tardado varios días en volver porque he estado recuperándome de la resaca del cumple de Naar, que fue demasiado intenso incluso para nosotras. Así que nada, después de todos estos días pegada a la botella de agua y al Paracetamol, tratando de recomponer cada uno de los momentos de aquella noche loca, aquí estoy.

Que noooo, nada de resacas. Simplemente, he tenido uno de mis famosos periodos de "sequía bloguera" en los que no se me ocurre ningún tema lo suficientemente interesante como para escribir sobre él. Abría el cuadro de texto, posaba los dedos sobre las teclas, y... y nada. Cero absoluto. Era incapaz de escribir una sola palabra. Pero, un momento... ¿quién ha dicho que las cosas que escribo aquí sean interesantes? Si acaso, mínimamente entretenidas. Si es que soy una vaga sin remedio. Ahora que tengo tiempo para ver películas, series, y leer infinidad de libros, no lo hago. Pero tengo motivos, todo hay que decirlo. La verdad es que mi vida ha cambiado mucho en los últimos tiempos. Me han pasado cosas que han mantenido mi mente demasiado ocupada. Cosas que me mantenían despierta hasta las tantas de la mañana, o que me quitaban el hambre a cualquier hora del día. Pero, sobre todo, cosas que me hacían darme cuenta de la complejidad de esta vida, de esos cambios inesperados que transforman la estabilidad en un huracán y el miedo en una opción totalmente descartada.

Y ahora llega ese momento en el que os confieso que no puedo contaros esas "cosas" tan importantes que me han robado el sueño, más que nada porque no sería justo para las personas de mi entorno que están involucradas en ellas. Pero, eso sí, un día pienso narrarlas en forma de relato breve, aunque daría más para una novela de las lacrimógenas. No es broma. Lo que ha pasado ha sido lo más fuerte que me ha ocurrido en mi vida, y yo creo que merece ser contado de alguna manera. Incluso puede que llegue a hacerlo "en clave" dentro de muy poco, quién sabe. De momento, tengo que recomponer mis ideas y dejar que el tiempo me dé muchas respuestas.


Y mientras el tiempo se encarga de darme, una a una, todas esas respuestas que tanto necesito, voy dejando que mi vida siga su curso, pero esta vez estoy tomando parte en ella. Si comparo mi vida actual con la de hace un año, puedo llegar a marearme al experimentar nuevamente el giro de trescientos grados que han dado los acontecimientos. Ahora voy a la universidad, he conocido a mucha gente nueva, tengo más libertad, otra forma de ver las cosas más autónoma y aventurera, y estoy decidida a llevar adelante muchos proyectos. Ya no me preocupo por el pasado, porque no merece la pena. Y en cuanto al futuro... bueno, es algo que no podemos controlar al cien por cien. Si acaso, podemos influir un poco en él con lo que hagamos hoy, pero no depende de nosotros todo lo que va  a ocurrir, así que no merece la pena calentarse demasiado la cabeza por ello.

Ahora estoy tranquila, expectante, feliz. A pesar de todo, muy, muy feliz. Disfruto de cosas que antes no valoraba tanto, como tomarme un café con alguien que me dé una buena conversación o tomar un ratito el sol junto al mar. Cosas simples, cotidianas, que en su conjunto componen las piezas de mi día a día, de mis proyectos, de mi vida, de mí misma.

Nos vemos dentro de nada. ¡Un beso!

Mar

PD: Soy una friki-fan de Titanic, y como hoy se cumplen 101 años del hundimiento del transatlántico, os dejo el trailer de la peli en 3D y una foto de Jack y Rose. Que sí, que sé que la película tendrá sus detractores, pero dejando aparte las interpretaciones, la banda sonora, la fotografía y los efectos especiales me encantan. 


jueves, 4 de abril de 2013

El cumple de Naar

Resulta que hoy es el cumpleaños de nuestra querida Naar. A mí esta chica me encanta, qué queréis que os diga. Me encanta cómo nos cuenta sus experiencias, sus consejos de "abuela cebolleta" (que para nada lo es), su gracia, su desparpajo, su gato, su Ross, su pelo largo que no se quiere cortar, sus fotos de jovenzuela, su novio de la playa de Jamaica, su pijama de pelotillas, sus ojazos, en fín, todo, todito.

Ella dice que está entrando en la crisis de los treinta y que echa de menos la juventud. Y claro, yo siempre le digo lo mismo, que lo importante es tener espíritu joven, que ya quisieran muchos de dieciocho tener la vitalidad de otros muchos de treinta. Y además, que tener treinta años no es sinónimo de poner un pie en el asilo, ¡que te quedan muchísimas cosas por hacer!




Pero nada, Naar no me cree. Ella añora sus años universitarios, me envidia sanamente, porque es muy buena, y se lamenta. Así que para tratar de convencerla un poco de que aún es joven y puede desfasarse, irse de fiesta tres noches seguidas, bailar como si no hubiera mañana lo que esté de moda y practicar eso de 'livin' la vida loca', le he preparado una macro-fiesta sorpresa que no va a olvidar en su vida. Vosotros no le digáis nada, que para eso es una sorpresa. Ella, que permanecerá ajena a todo esto, seguramente estará ahora mismo en su casa, con su pijama de pelotillas puesto, acariciando a Ron y comiendo roñi-donetes del Mercadona, pero a las doce en punto dos boys llamarán a la puerta, la meterán en una limusina y la conducirán al lugar de la fiesta. Y allí se encontrará lo que una se encuentra en las fiestas de desfase cuando cumple treinta años: tíos buenos a mansalva. Al Ross también lo he invitado, por supuesto. Dejaremos que las luces de colores y el alcohol del bueno sin medida hagan su justo trabajo, sí señor. Bueno, en su caso creo que no hará falta, que vendrá todo rodado.

Por cierto, he pensado que eso de las velas con el Cumpleaños Feliz es muy bonito, pero mejor le hacemos nuestra propia versión, para que sea más personal. Se nos quejará por la tarta, por el rollo de la dieta y tal, cuando la realidad es que está estupenda. Ni caso, que coma, que beba, que se divierta, que cante, que baile, que se ría, que sea inolvidable.

Así que nada, chicos, vamos a ir vistiéndonos, que se acerca el momento peligrosamente. Ya sabéis, las luces apagadas hasta que ella entre por la puerta. Pimiento y Tomate, no me aprovechéis la oscuridad para meterle mano a los boys y a las girls, que se me cansan y luego no rinden. 

Preparados, listos...

¡¡¡FELIZ, CUMPLEAÑOS, NAAR!!!

Que seas muy feliz, que se te cumplan todos los sueños y que nunca dejes de ser tan maravillosa como eres. Aquí tienes a una amiga para lo que necesites, siempre. ¡Que disfrutes muchísimo de tu día!

Un beso muy fuerte

Mar

martes, 2 de abril de 2013

Tenemos que hablar

Yo a veces pienso que me callo demasiado las cosas. Por ejemplo, cuando alguien me cae mal, fatal, rematadamente mal, no se lo digo porque, obviamente, no puedo hacerlo. Pero claro, me quedo con las ganas y eso me frustra bastante. Luego tenemos esa típica situación en la que el listo de turno abre la boca y no le puedes responder, porque sería una falta de respeto y quedarías bastante mal. Pues nada, allá que me callo mientras observo la jugada cual cariátide. Y claro, luego está esa otra situación en la que una persona te toca las narices repetidamente durante largo tiempo, y a fuerza de tanto callarte, llega el día en que le sueltas una a una todas las borderías que en su día no le dijiste.

Y es que yo de pequeñita era la típica a la que se le ocurría la respuesta perfecta tras la discusión en el patio del colegio, la que no daba demasiadas explicaciones cuando la castigaban injustamente o la que no rechistaba cuando le gastaban los rotuladores nuevos a mala idea. Y, quieras que no, esas cosas se quedan ahí.

Bromas aparte, yo me pregunto por qué me contengo tantísimo, con lo que a mí me gusta hablar. Claro, me gusta hablar, pero con mesura, aunque a veces me enrollo más que un sacamuelas. Pero sí es cierto que de un tiempo a esta parte me he vuelto de lo más inexpresiva. ¿Que la amiga pesada de turno me monta un cirio en la biblioteca por una chorrada? Pues me callo, por eso de no discutir. ¿Que tengo algo importante que decir en un momento súper importante? Pues me callo nuevamente, porque ahora mismo no me salen las palabras. Qué hartura. Y claro, llega un momento en que te cansas de tanto callártelo todo, porque eso no puede ser bueno. A veces pienso que me callo demasiado lo que siento por la gente que quiero. Parecerá una chorrada, ¡pero es que es muy importante decirles que les quieres! Decirles también por ejemplo, "hay que ver lo buena que eres conmigo", "lo a gusto que estoy a tu lado", "lo importante que eres para mí", o "échate para allá, que me estás aplastando el brazo". En fín, esas cosas que deberíamos decirles a las personas más allegadas y que muchas veces nos callamos por costumbre, o porque pensamos que el otro ya lo sabe. Que ojo, puede que sea cierto que ya lo sepa, pero nunca está de más recordárselo.

Si es que por callarme, ya hasta me callo vía online. Porque claro, yo en el blog no cuento apenas cosas sobre el estado de mi vida actualmente, que bien podría escribir dos novelas y una guía de lectura, pero lo curioso es que sé que me leen personas que me conocen, y podría no hacerles mucha gracia verse reflejados en las parrafadas incongruentes que escribo. O eso, o que se enteren de demasiadas cosas. A veces me gustaría tener un blog totalmente anónimo, llamarme Mariquita la Fantástica y largar y largar sobre todas esas cosas que me gustaría contar y que no puedo. Pero he sido yo la que ha dado a conocer este sitio, así que a aguantarse tocan. Y que conste que yo estoy encantada de que algunas personas que conozco me lean, pero a veces me gustaría tener más privacidad en este sentido.

Lo mismo me pasa en Twitter, esa pequeña gran red social a la que me uní hace ya cuatro o cinco añazos. Y no creáis que le doy mucho uso, que ya me gustaría. Yo soy de la opinión de que a nadie le importa si te estás comiendo un bocadillo de salchichón del Mercadona, si estás en el gimnasio con el chándal rosa de Adidas o en tu pueblo haciéndote la moderna rural dominguera posando frente a una tomatera. Tampoco me importa especialmente cómo son las galletas de chocolate que acabas de subir a Instagram, del mismo modo que visualizar el hocico de tu perro sobre tus apuntes en plan casual por enésima vez no me altera la sangre... Ahora bien, si haces eso a la par que comentas algo interesante, publicas alguna reflexión por insignificante que te parezca o enlazas páginas interesantes, pues no me importa tanto ver entre todas esas publicaciones lo que vas a comer hoy o los calcetines que te has puesto, qué quieres que te diga. 




Con todo esto quiero decir que la gente dice demasiadas cosas, por Twitter, por Facebook, por los blogs, pero luego, en la vida real, no sueltan prenda, ni te dicen al oido esos poemas filosóficos que han puesto en su muro. Y que conste que me parece estupendo, porque internet te ofrece la posibilidad de expresarte libremente sin la privación que supone muchas veces el cara a cara, por eso de la timidez.

Que conste también que sólo hay una cosa por la que yo no mantendría la boca cerrada ni aunque me pagaran: cuando se trata de defender a alguien. Pero, dejando al margen ese tipo de situaciones en las que me replanteo un futuro profesional nada halagüeño como abogada o jurista, me lo callo todo, y eso no puedo ser. Luego vengo al blog, escribo como si no hubiera mañana y me desquito un poco. Y me siento mejor. Un poco. Es en estos momentos cuando esta frase pierde todo su significado para mí:

"Si lo que vas a decir no es más importante que el silencio, no lo digas"

Hay que hablar, decir las cosas, teclearlas, escribirlas, grabarlas en piedra o hacer señales de humo... pero hay que hablar. Hombre ya.