“En la oscuridad puedo colgar en las paredes de mi mente lienzos de colores, en la soledad puedo ver quién soy bajo la piel"
Beatriz y los cuerpos celestes

viernes, 18 de abril de 2014

Gabriel García Márquez - Crónica de una despedida anunciada


Tenía yo diecisiete años aquel verano tortuoso y eterno que parecía no acabar nunca. Y fue entonces cuando descubrí un ejemplar de lomos naranjas con una ilustración de un gallo en la portada cuyo título era "El coronel no tiene quien le escriba", de Gabriel García Márquez. Alentada por lo mucho que había estudiado a este escritor, y por ese afán por evadirme de la realidad que en aquellos días reinaba en mi vida, me sumí de lleno en sus páginas, y créanme si les digo que por vez primera me sentí totalmente absorbida por su lectura, embebida en aquel relato de miserias y desventuras en el que los pobres, como siempre, sufrimos con dignidad y esperanza los varapalos de los de arriba.


Pero yo ya me había emocionado mucho antes con otras de sus muchas historias, y también había suspirado al releer por las noches sus más grandes citas, aquellas que me encogían el alma. También me había deleitado con su realismo mágico, y había saboreado con placer algunas de sus más célebres líneas a través de mis libros de texto y de la improvisada biblioteca del salón de mi casa.

Anoche me enteré de que "El Gabo" falleció, y no pude reprimir una lágrima. Se quedó un poco más huérfana la literatura; quedamos huérfanos los que aún creemos en ella. Pero, como dicen por ahí, el escritor no muere mientras su obra siga siendo recordada, y así desapareció el hombre para dar paso a la leyenda inmortal. Siempre nos quedarán sus libros, su inteligencia en forma de verbo, su experiencia vital condensada en tomos de saber, reflexión y verdad. Gracias, y hasta siempre.

La peor forma de extrañar a alguien es estar sentado a su lado y saber que nunca lo podrás tener.
 La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio, logramos sobrellevar el pasado.
 Los seres humanos no nacen para siempre el día en que sus madres los alumbran, sino que la vida los obliga a parirse a sí mismos una y otra vez.
 Así es -suspiró el coronel-. La vida es la cosa mejor que se ha inventado.
 Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados.
La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla.
 El escritor escribe su libro para explicarse a sí mismo lo que no se puede explicar.